Los pirotines reciclados del post anterior, los llevó una compañera al taller (por supuesto que con galletitas). El ojo cartonero no descansa. Nunca. El día del maestro fuimos con las chicas del Jardín a almorzar a
Clo Clo (qué paquetería). Cuando pusieron en la mesa unos bocaditos con crema de verdeo y otras yerbas, mis pupilas se dilataron. No porque tuviera hambre, sino porque esas delicatessen estaban sobre unas hermosas blondas con futuro reciclado. La verdad pensé llevármelas, pero me dije: -
Vero, acá papelones no. Pero se ve que las chicas ya conocen mi lenguaje ocular y directamente ellas las sacaron de los respectivos platitos y me las dieron.
Un primor.