miércoles, 30 de diciembre de 2020

Si hay algo que nos salvó este año fueron los libros

 Año 2020 inolvidable. Aun me siento extraña, y terminando el año todavía más. Fue un año lector. Ya venia leyendo anteriormente, pero en éste en especial, la lectura resultó una especie de refugio ante la incertidumbre y esa sensación alienante que más o menos ya describí en la entrada anterior. Leí 30 libros en total, pero sin intenciones de detenerme en la cantidad,  creo que el número es un fuerte indicador de la necesidad de leer ficción (sobre todo). 

Voy a mencionar los que más me gustaron, sin hacer un ranking. El primero Matate, amor lo destaco porque me atravesó su lectura, la forma en que está escrito, da vértigo, me pareció tremendo, muy bueno. La maternidad en su más cruda expresión. Escuché muchas entrevistas a su autora, Ariana Harwicz, es muy interesante escucharla.

La saga de Elena Ferrante (Una amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo, La niña perdida) me encantó, sobre todo los dos libros de la foto. No defrauda Ferrante, yo la conocí leyendo Los días del abandono, excelente novela. De ella también leí, La vida mentirosa de los adultos, muy buena, un relato sobre la pérdida de la ilusión de la infancia, la hipocresía del mundo adulto, muy bien contada. 
Estás muy callada hoy, Ana Navajas, merece una segunda lectura, me encantó, una mujer en crisis, que busca su lugar como esposa, madre, y principalmente como mujer, sin un rol especifico. Contada como si escribiera un diario, por momentos me parecía leerme. 
Poeta chileno, Alejandro Zambra, una historia de amor (varios amores: familiar, de pareja, amor a la poesía) muy tierno, también con rasgos de humor, muy ágil de leer a pesar de ser larguito. 
El mundo según Garp, John Irving. Me decidí a leerlo (también es largo) porque una escritora que me encanta (Milena Busquets) nombra a Irving como uno de sus escritores favoritos. Y vi este libro muy recomendado en varios blogs de literatura como uno de los libros que hay que leer en la vida. No me equivoqué. Es una historia llena de humor,  me reí a carcajadas (y no soy fácil con eso), es muy tierna, esta contada de modo que no querés soltar el libro. Muy entretenida y muy bien escrita. Como suelo decir, te deslizás por las páginas. 
Una novela real de Minae Mizumura (gordito también), los libros japoneses tienen algo particular, difícil de explicar, generan climas con descripciones sobre la naturaleza, las comidas, las bebidas, diferentes sensaciones. No queda atrás el relato, sin embargo los detalles te envuelven de modo que estas ahí adentro de la historia, viendo todo lo que acontece. Lo mismo que kitchen de Banana Yoshimoto, la ternura, el amor, el dolor de las pérdidas, la magia del reencuentro. 
Dejo para el final El fin del amor de Tamara Tenenbaum, una filosa reflexión sobre varios temas : el amor, la pareja, la desilusión, el sexo, la familia. Un libro que genera preguntas, mas que dar respuestas, en una escritura ágil, con humor y complicidad.

Hasta acá las mejores lecturas. Quedó el resto de los 30 libros, que me gustaron (algunos, otro no) pero son muchos para escribir sobre cada uno. Los menciono:
Ciudad de mujeres- Elizabeth Gilbert
Apegos feroces- Vivian Gornick
Rabia- Sergio Bizzio
La ciudad y la casa- Natalia Ginzburg
La sal- Adriana Riva
La casa de las miniaturas- Jessie Burton
Gente normal- Sally Rooney (para mi, está sobrevalorado, me aburrió)
Manual para las mujeres de la limpieza- Lucía Berlín ( muy bueno)
El cocinero- Harry Kressing
Agosto- Romina Paula
El sol mueve la sombra de las cosas quietas- Alejandra Kamiya (salvo dos o tres cuentos, el resto no me gustó)
Silencio - Thich Nhat Hanh ( muy bueno)
Baño de damas- Natalia Rozenblum (esperaba más)
Vivian Elisabeth Fauville - Julia Deck 
Una soledad demasiado ruidosa- Bohumil Hrabal
La habitación de invitados- Helen Garner
Rara - Natalia Zito (muy bueno)
Sueño profundo- Banana Yoshimoto
Y cerrando el 2020, empecé hace dos días Los llanos de Federico Falco.

Espero que el 2021 sea también un gran año de buenas lecturas, no tanto ya como refugio ante pandemias e incertidumbres, sino como un oasis donde refrescarse con las palabras.
Brindemos por eso.

martes, 29 de diciembre de 2020

El mundo en pandemia

 Mucho se ha dicho sobre lo ocurrido este año. Palabras como pandemia, cuarentena, distanciamiento, homeworking y otras más, han circulado durante todo este 2020 por nuestros entornos. Por mi parte, debo decir que si bien la vida, lo cotidiano cambió, debido a las acciones que tuvimos que realizar en cuanto al cuidado ante el covid, no me disgustó trabajar desde casa. Es verdad que me sentí rara, aun lo siento. Esa disrupción de lo cotidiano, ese tiempo que pareciera quedar en el aire, pero que transcurre, de otro modo, con otras características. La incertidumbre, la información que muchas veces resultó desinformación, las teorías de los “expertos”, los aprovechamientos políticos de la situación, la economía, los afectos por zoom, el alcohol en gel, el trabajo desde casa.  Mágicamente (o no tanto) optimicé los horarios de trabajo, al no tener que desplazarme, ni perder tiempo esperando colectivos, ni trasladándome. Trabajé mucho, a veces más que lo usual porque total, tengo la compu encendida todo el día, y vi ese mail o ese WhatsApp, y entonces lo contesto y ya. Hubo que reacomodarse, y hacer entender que estar en casa no significa estar de vacaciones, sino trabajar de otra manera. No siempre resultó sencillo. Salir a comprar fue una tarea más que estresante. Tratar de salir lo menos posible, desinfectar todo al llegar a casa, dejar el calzado en la entrada, pensar qué fue lo último que toqué para pasarle alcohol, lavarse las manos con frecuencia, costumbres que vamos a tener que incorporar para siempre. La primera etapa de cuarentena estricta que ingenuamente creíamos iba a durar 15 días, fue muy tajante. De pronto dejó de haber ruido en el barrio, no se escuchaban vehículos transitando. Las calles eran un desierto.  Daba miedo salir. Ese miedo duró mucho. Y salir era extraño, ver a la gente con tapabocas, mirando para todos lados, parecía una película de ciencia ficción. Vinieron los aplausos al personal médico, cada noche en el balcón. Hasta que leí algo real: no queremos aplausos, queremos sueldos acordes y condiciones laborales dignas.  No aplaudí más. Aunque siempre pienso en ellos, médicos, enfermeros, paramédicos, técnicos, que están al pie del cañón, luchando contra el covid y las otras enfermedades que siguen su curso. En cuanto a mi micro mundo, puedo decir que estar más tiempo en casa benefició a mis plantas, les empecé a dar atención, y están más bellas. Más tiempo con mi hijo, compartir charlas, comidas, y el día entero. El aislamiento no me fue algo demasiado difícil de llevar: soy una persona solitaria y necesito esa soledad, por supuesto que es más fácil sabiendo que uno puede circular libremente y verse con quien desea en cualquier momento. Pero entiendo que a otras personas las afectó más. Tuvimos que acostumbrarnos a entablar diálogos a la distancia y ahí la tecnología jugó un papel fundamental. Sería interesante escuchar a los detractores de internet, que tendrían para decir ahora. Bueno, hay mucho más. Lo único que quiero expresar es que lamento la pérdida de vidas humanas, cosa que no se puede dejar de lado porque muchos se han ido sin poder tener el consuelo de pasar por lo menos sus últimos momentos de vida con su gente más cercana. Esa soledad debe ser tremenda, inimaginable. Y para los que se quedaron, no poder despedir al ser querido, significa un dolor atroz.

¿Aprendimos algo en este tiempo? Ojalá. Si echamos un vistazo a la historia, vemos que la humanidad no siempre ha aprendido de sucesos duramente vividos. Creo que, si tenemos la capacidad de ver con ojos críticos y modificar, tal vez lleguemos a cambiar algo en nuestras vidas, en el tiempo post pandemia. Pero soy una escéptica: generalmente cambiamos en forma momentánea, como cuando alguien cercano fallece y decimos: “hay que valorar las cosas importantes de la vida y no hacerse problemas por cosas insignificantes”. ¿Cuánto nos dura esa reflexión? Nada. Volvemos al trajín cotidiano, a las corridas, a trabajar mil horas por día, a no valorar pequeños momentos. Hasta que otro drama ocurre. Y así vivimos.

Ojalá hayamos aprendido algo.