Mas allá de ser una necesidad básica, el acto de comer constituye uno de los grandes placeres de la vida. Los aromas, las texturas, los colores y sabores, se ponen en juego para agasajar a nuestros sentidos.
Agregaría que ya, desde el momento de cocinar, o más lejos aún, cuando hacemos las compras pensando en el plato que estamos por preparar, comienza una genuina celebración.
Personalmente, no soy de comer mucho, pero me gusta comer bien, comidas sabrosas, con condimentos, especias y combinaciones agridulces. Es mas, sucede que cuando voy a algún restaurante o cafetería, suelo comer “con la vista”. Veo esas vitrinas abarrotadas de delicias: muffins, budines, galletas, panes, tortas, tartas…. y resulta que después pido un muffin para compartir. Eso es todo.
De todo el universo gastronómico, prefiero lo salado a lo dulce. El gusto argentino es muy empalagoso para mí: me quedo con una tarta de manzana, en vez de la pastelería cremosa o muy cargada de diferentes ingredientes. Disfruto el gusto sutil de un postre de café con especias, o una torta de zanahoria, a esas tortas que llevan duraznos, dulce de leche y crema chantilly. Amo los postres que tienen sabores equilibrados, la chocotorta es un buen ejemplo: el dulce del dulce de leche (que particularmente no suelo comer), combina perfectamente con el ácido del queso crema y si mojamos las galletitas de chocolate con café…. Nos acercamos a la perfección.
También resulta muy divertido y placentero jugar con los distintos sabores: experimentar ingredientes que históricamente no suelen ir juntos, pero que a veces nos dan gratas sorpresas. Eso si: hay combinaciones de siempre que son fantásticas: naranja y chocolate, una de mis favoritas.
En fin, a comer para vivir y disfrutar de la buena mesa, que nos brinda momentos inolvidables!
"Las cocineras" (pintura digital de Emiliano Villalba)