Hace tiempo que las NT (Nuevas Tecnologías) se han instalado en la vida cotidiana. Siempre concluimos que no son un fin en si mismo, sino un recurso más que, depende cómo se use, se convierte en algo útil y práctico, o en un insumo al cual rendirle culto y esclavizarse.
Leer hoy en las redes sociales , aún en esta época, planteos de viejas dicotomías libro-papel vs. libro digital, ya resulta anacrónico. La mayoría de los lectores amamos el libro-papel: un objeto hermoso, su papel, sus hojas, la tipografía, la portada, su olor, en fin, es irreemplazable. El soporte digital, por su parte, es útil y práctico, puede contener infinidad de textos (ideal para llevar de viaje), puede subrayarse, se puede leer de noche y no molestar con la luz del velador al que tenés al lado, ya que tiene luz propia. Sin olvidar que los libros digitales son más económicos que los de papel, importante para tener en cuenta en estos tiempos...
Entonces, sabemos que son dos cosas distintas, cada una con sus particularidades, ¿por qué excluir una, demonizándola? Entiendo que se puede preferir una u otra, pero de ahí a establecer una polémica donde los Cultores del libro papel suelen transformarse en una especie de fanáticos que desprecian cualquier otro dispositivo de lectura y a quienes lo usan, es muy diferente. Ambos pueden convivir en paz, es libre elección, también acorde a las posibilidades económicas de cada uno.
Finalmente, más allá de gustos y preferencias, si estos tiempos pandémicos no nos enseñaron a ser flexibles y a saber aprovechar los recursos que tenemos a nuestro alcance, no aprendimos nada.
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